domingo, 19 de junio de 2011

CURA PARA EL DOLOR…. MARK SANDMAN A 12 AÑOS DE SU MUERTE.


3 de julio de 1999. Noche de sábado, Palestrina, cerca de Roma. Morphine ocupa el escenario, en una más de las actuaciones de su primer gira mundial. Después de una década instalados en un cómodo underground donde se han ganado un buen nombre que ahora empiezan a saborear y a su manera, que es lo mejor: sin concesiones, sin ser divos ni figuritas de un seudo vanguardismo. Sólo haciendo lo suyo, que ya es mucho.
De pronto, en mitad del tema “Supersex”, sucede lo peor. El corazón del cantante, bajista, letrista y compositor Mark Sandman colapsa de improviso. La música se detiene. Algún médico presente hace intentos por revivirlo. En medio de la noche que siempre lo acogió como parte de ella, una ambulancia lleva a Sandman hacia el hospital de la localidad, en donde entra ya fallecido. Atrás quedan sus compañeros de banda Billy Conway (baterista) y Dana Colley (saxofonista), el resto del equipo, los amigos, miles de fanáticos, todos devastados, desgarrados de dolor.
La leyenda y la figura de Sandman no queda en pie sólo por la mera anécdota de que le haya tocado morir arriba de los escenarios, ante su público y junto a sus músicos. A casi 12 años de su partida, Sandman y Morphine siguen dando de que hablar por lo que fueron capaces de armar en el mundo del rock, sin hacer demasiadas concesiones y sin necesidad de construir un vanguardismo grandilocuente y hermético. La historia y el legado de Sandman es diferente, nunca fue muy amigo de hablar demasiado de sí mismo y de su vida. “Lo personal, personal” dijo en más de una ocasión a reporteros que llegaban para saber de dónde venía el sonido a la vez oscuro y accesible de Morphine. Sabemos que nació en 1952, en Boston, donde centró buena parte de su vida y su carrera musical. Sabemos también qué, finalizados sus estudios de bachillerato, se largó a viajar un tiempo, buscando quizás experiencias y sabidurías mínimas que después nos haría saborear en sus canciones. Lo imaginamos a bordo de un barco pesquero en la costa atlántica de Estados Unidos; lo imaginamos leyendo compulsivamente a Auster, Kerouac, Bukowski y otros de similar envergadura. Pero lo imaginamos más que nada en su interminable viaje a través de la noche. Manejando un taxi. Deambulando por bares, departamentos de amigos, escenarios ínfimos e intensos que supieron de su andar y su tocar, conociendo la música que crece a la orilla del camino, llámese blues, llámese jazz, llámese sonidos más lejanos, todo ese canto trasnochado.
El Sandman viajero supo que para cruzarse el mundo así, de punta a punta, hay que andarse liviano de equipaje. Y esa fue su consigna también en el “trip” musical que emprendió junto a Dana y Billy. Llamémosle minimalismo, low rock o cualquier otro nombre. Mark no le hizo el quite a las etiquetas, pero tampoco les dio demasiada importancia. Lo básico era el objetivo final: tomarse el blues y el rock más concreto y directo para despojarlos de sus vestiduras, aún las más imprescindibles. Así, armar un sonido igual pero a la vez profundamente distinto. Y si el rock es bajo – guitarra - batería, ellos van y mueven las piezas de este juego, la guitarra queda fuera. Su lugar lo ocupan el saxo, íntimo, visceral, borrascoso. Mejor aún si son dos, soplados por una sola boca, la de Dana Colley, o si los distorsionamos con algún pedal. El resultado bien reemplaza a cualquier guitarra prescindible.
El bajo se queda, pero vuelto a la más pura raíz del pulso, con una cuerda, a lo sumo dos. Lo demás lo hará el empeño, las ganas, la inteligencia de los dedos sacando de allí sonidos que buscan el centro del alma y que lo encuentran. Si a eso le sumamos la insondable y sonámbula voz de Sandman, es casi suficiente. Casi, porque allí se mantiene la batería, imbatible, implacable, seca, sencilla, sin parafernalia barata ni accesorios que ensucien la expresión. Billy Conway es el hombre que llega hasta el final con el proyecto. Antes de él estuvo Jerome Deupree. Por último pero a la vez en el centro de todo, la palabra, la lírica: nada compleja, nada rebuscada, apenas la precisión del verbo cuidadosamente separado de palabrerías baratas. Historias simples de motel, de trasnoche, de viajes. Palabras duras y sencillas como la realidad, como el crepúsculo, como las lágrimas.
Cuando tratemos de entender el tránsito del rock de fin de siglo pasado hacia el presente, veremos que hay un antes y un después de Morphine. Su influencia aún está en desarrollo y no todo ha sido dicho. Su música, por intensa e inteligente, difícilmente pasa desapercibida. Y creo que hay también un antes y un después para uno como auditor. El rock no se oye igual después de haber saboreado la propuesta adictiva de esta banda de Boston. Buena parte de la escena indie y postrock navegan por las aguas que Morphine exploró en solitario en su momento. Su trabajo es una muestra de la mejor vanguardia, agazapada en el más sencillo rock. Casi como un veneno poderoso escondido en un elegante chocolate. Su efecto es lento pero implacable, (y deja buen sabor).
No se podía llamar de otra forma el disco final, un homenaje para el hermano ido: The Night, La Noche, la noche densa, tibia, invencible, necesaria. La noche llena de un blues más profundo que la tumba. La noche como todas las noches, como esta, como cualquiera, la noche como la del tres de julio de 1999, que se llevó a Mark Sandman sin que nadie pudiese dar con la cura para el dolor

Descarga gratis la discografía de Morphine dando click en el nombre del álbum :

Good (1992):

Cure For Pain (1993):


Yes (1995):

B-Sides & Otherwise (1997):


Like Swimming (1997):      password: laspikedeLycmusic
The Night (2000):  password: laspikedeLycmusic

At Your Service (2009):  password: laspikedeLycmusic
Disc 2: